Vladimir Nikoláyevich Koval fue un directivo de la industria de pesca soviética destinado en 1988 a Sovhispán, la empresa mixta creada en tiempos de Franco para el servicio de la flota soviética en puertos de las Islas Canarias.
Su cargo en la empresa fue subdirector general. Sin embargo, era el máximo responsable de los ejecutivos soviéticos en ella. Esto obedecía a que el Gobierno Español había prohibido en 1988 a los ciudadanos soviéticos el acceso a la dirección general y a la presidencia. Tales puestos quedaron reservados a partir de entonces solo a españoles.
Cuando Koval acabó su estancia en España en 1993, su patria ya no existía. La Unión Soviética se había desmembrado a finales de 1991 en quince repúblicas independientes, en gran parte hostiles entre sí. Él había nacido en la ciudad de Odesa, en la República de Ucrania, y había desarrollado su carrera profesional en Kaliningrado, capital de la región del mismo nombre perteneciente a la República de Rusia, que había quedado separada físicamente de su territorio por cientos de kilómetros. Su último puesto antes de viajar a España había sido vicepresidente de Zapryba, la corporación de armadores de pesca soviéticos del Mar Báltico, también desaparecida en ese intervalo. La sede de la corporación se encontraba en Riga, la capital de la República de Letonia, donde Koval había tenido su último hogar en la Unión Soviética: un piso en el centro de la ciudad que compartía con su esposa, al que ya no podían volver.
Entonces decidió instalarse en Moscú, aunque no le correspondía por haber nacido fuera de Rusia (en Ucrania) y haber tenido su última residencia en Letonia. En Moscú tenía amigos influyentes que podrían facilitarle la documentación necesaria. El problema, lejos de solucionarse, se fue enconando con el tiempo hasta que él y su esposa se convirtieron en unos «sin papeles» susceptibles de ser deportados en cualquier momento. ¿Adónde, en su caso?
Así pasaron a engrosar las filas de los muchos ciudadanos soviéticos sin una adscripción nacional clara, o que residían en un lugar que no correspondía a la que tenían asignada.
El título de este libro no se refiere por tanto a ningún tipo de proceso judicial o de investigación, sino al caso de un hombre, similar a decenas de millones, que se vio de repente privado de sus derechos de ciudadanía y residencia. Esta indefensión e incertidumbre constituyeron una parte sustancial del drama de angustia, devastación y miseria que se abatió sobre la mayoría de la población soviética en el proceso de descomposición de su país.
El autor de este libro, director general de Sovhispán en el momento de la incorporación de Koval, tuvo la suerte de volver a contar con su colaboración en la empresa que creó más adelante. Aquí relata sus vivencias conjuntas, así como su propia experiencia personal en el contexto de los intentos de reforma del sistema soviético en la década de los ochenta y su inesperada desaparición en los noventa.